miércoles, 7 de septiembre de 2011

1 - Del color con que se mire, depende

Desde que tengo uso de razón, mi memoria evoca el disfrute de la espectacular explosión de colores y serpenteos en el aire que suele dar comienzo y cierre a las festividades típicas de los distintos lugares. También recuerdo que, tras los estallidos, siempre había el llanto de un niño.
Hoy la protagonista soy yo, por activa y por pasiva. Estoy viviendo las pre-fiestas de un soslayo aclimatado en la eternidad de una inacabable semana. Y no es que lleven dos días, ni tres sino que este año han comenzado con los cohetes una semana antes y, hoy, van diez.
Nunca antes me hubiera planteado el dilema de una situación como tal, pero a estas altura (que también hartura) de celebraciones estoy hasta no sé dónde de los dichosos estallidos matinales y vespertinos.
Y suena uno tras otro, sin piedad.
Y ni siquiera reducen las tiradas aunque estemos en crisis.
Y otro traquido.
Y miro de reojo el reloj, son las doce en punto; lo confieso: no sé adónde me voy a meter.
Y me siento pájaro indefenso que vuela en bandada a velocidad de zumbido, para buscar un escondrijo seguro que inseguro.
Y se me anuda la garganta.
Y se me desboca el corazón.
Y se me aclimata un no sé qué interno que me trastoca.
Y...,
Pasa el momento. Me voy recomponiendo como buenamente puedo. No sé si cada día puedo un poco más o mucho menos.
Y al caer la tarde, cuando ya me estoy recuperando de la sobresaltada mañana, escucho de nuevo el repiqueteo de campanas.
Y enseguida me alerto. Miro la hora y acaban de dar las ocho...
Y “comienza mi momento”, ése que se lleva acumulando desde hace ya....-”pssshhhh”-....montones de días....-”boooommm”-...

Creo que hemos probado de todo: a darle y no importancia, a estar con ella, a tenerla en brazos, a pasear, a quedarnos en casa, a jugar, a estar en el parque, a hacer la compra, a poner música, a cantar muy alto, a llevarla al lugar donde los tiran...pero...
Desde su pequeño gran corazoncito, hay un botoncito que ya se ha activado y no encontramos la clave para desbloquearlo. Ha pasado de ser una niña sonriente, pícara, vivaz y dicharachera a estar alerta las veinticuatro horas del día. No permite ni siquiera el vuelo de una mosca a su alrededor. Literalmente se engancha a mi pierna cuando la vecina sube o baja su persiana. Entre sueños, aunque aparentemente dormida, balbucea: “pum” y el sonido de nuestra ducha en la mañana la sobresalta sobremanera hasta impedirle conciliar un tranquilo sueño.
Y yo, que me leo todo lo que de psicología infantil caiga en mis manos, no sé qué hacer o dejar de hacer para que esa mirada y gestos asustadizos se esfumen a la velocidad que la pólvora entre las nubes.
Y al día de hoy, la situación me preocupa aunque no quiero sacarla aún de las casillas.  El alma se me despedaza en millones de trozos al pensar en lo que pasará por su mente, porque no puedo soportar esa mirada que me habla en silencio: “por Dios, mamá ¿por qué no haces nada para cambiar esto?”.
Y su pediatra, esa mujer que dispone de los recursos y psicología que tanto me ayudan, también está de fiesta, como todos...bueno, como todos los que están.
Así que mañana temprano, mucho antes de la hora clave matinal, dejaremos el nido y regresaremos el domingo cuando se haya consumido todo lo consumible.
Hemos trazado un plan que, esperamos, le deje tan buenos momentos que, poco a poco, le haga olvidar este mal trago. Su primero, probablemente y por desgracia, de muchos.
Creemos que es el momento de que conozca el zoológico. En instantes como estos no voy a entrar a valorar si es adecuado o no que los animales estén en un lugar como tal. A nuestra pequeña, le gustan mucho los animales y sabe nombrar y reconocer a bastantes. La primera palabra que dijo después de papá y mamá fue caracol y le siguió jirafa, mono, tortuga, pingüino...
Y después, estaremos unos días en la ciudad donde vive “su tita del alma”, a la que adora y con la que, esperamos, vaya destiñendo esos feos colores que se le han debido dibujar en su interior.
Ojalá todos desconectemos y la próxima semana sea lo más parecido a la rutina diaria, sobretodo que nuestra pequeña vuelva a ser como antes.

Para Jirafita, mi pequeño gran amor de 18 meses.
Ojalá siempre pudiera estar a tu lado para calmarte con mis besos, abrazos y te quieros.
Aquí queda constancia que, en este tu primer gran mal trago, mamá sí estaba haciendo algo para hacerte sentir mejor.
Con todo mi amor, mamá


Imagen tomada de internet

10 comentarios:

  1. Te felicito por tu blog, me parece que tienes mucho que decir, esta entrada es muy tierna.
    Espero sigas escribiendo a pesar de esas ocupaciones tan urgentes.

    Un beso.

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  2. Cuánta ternura, Jirafa. Es precioso lo que le has escrito a Paula.
    Un beso para ti y otro beso para ella.

    P.D.- Estaré fuera unas semanas. Nos vemos a la vuelta, que intentaré ponerme al día.
    Más besos.

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  3. Paso a saludarte y a agradecer tu visita.

    Disfruta del fin de semana

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  4. Llegué aquí por casualidad y me encantó esta entrada.

    Volveré!!!
    Un saludo

    http://vivoenunmongui.blogspot.com/

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  5. Isabel:
    Gracias por pasar por mi rincón y dejar tu huella.
    Espero, yo también, seguir escribiendo porque me encanta.
    Besos

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  6. Isabel Martínez:
    Espero que te vaya muy bien las semanas que estarás fuera. Por aquí estaré.
    Besos y mil gracias

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  7. Isabel - Frabisa:
    Gracias por pasar por el rincón de esta jirafa y dejar tu huella.
    Besos

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  8. Marta:
    Bienvenida a mi blog y gracias por tus palabras.
    Vuelve cuando quieras.
    Saludos de la jirafa

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  9. Uy, pues no sé.Yo desde el primer petardo puse cara de alegría y grité :-Bieeeeen y a partir de ahí le encantaron, porque ante algo nuevo siempre me miraba para saber cómo tomárselo.

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  10. PSEUDOSOCIOLOGA:
    A nuestra peque no le pasaba antes, y también nos alegrábamos y le decíamos: "bieeenn", pero esta vez ha sido distinto pero en el finde se lo ha pasado pipa, ha desconectado y está volviendo a ser ella.
    Gracias por pasar por el rincón de esta jirafa y dejar tu huella.
    Besos de la jirafa

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